El comienzo de la protección del medio ambiente

Al igual que el movimiento de conservación de la naturaleza, el movimiento de protección del medio ambiente comenzó en América del Norte. Una de las razones del rol pionero de esta región del mundo es que los sobrevivientes de sus poblaciones indígenas han podido preservar sus religiones animistas y transmitir su cosmovisión holística a sus descendientes y a algunos colonos con mentes abiertas. Por lo tanto, se informa que el jefe Seathl, alias “Seattle” del pueblo de los Suquwamish casi desaparecido que existia en el estado actual de Washington, habría rechazado en 1855 la llamada del presidente de los Estados Unidos de la época, para vender tierras tribales a los colonos blancos, con las siguientes frases: “¿Si no nos pertenece la frescura del aire y el resplandor del agua, cómo podríamos venderlos? … La Tierra no le pertenece al hombre, el hombre pertenece a la Tierra … Somos parte de la Tierra, y es parte de nosotros … Lo que afecta a la Tierra, también afectará a sus hijos, todo lo que le sucede a los animales, pronto le sucederá al hombre también. Todas las cosas están unidas entre sí. Lo que el hombre le hace a la Tierra, se lo hace a sí mismo.” Uno de los fundadores de la protección del medio ambiente que ya estaba interesado en la cultura de poblaciones indias desde muy joven, señaló la siguiente oración de un participante indio en una conferencia, a la cual participó como estudiante: “La naturaleza es la puerta al gran secreto “. Fue sete el estadounidense de origen alemán, Aldo Leopold (1887-1948), quien fué sucesivamente silvicultor, cazador, gerente de caza y naturalista. Gracias a su intenso trabajo en una naturaleza casi virgen, descubrió que la supervivencia de la especies también dependía de la conservación de sus hábitats. Ya en los años veinte del siglo pasado, fue uno de los primeros en interesarse por la ciencia joven y poco conocida en esa epoca, llamada ecología, e invitó a los conservacionistas a tener en cuenta las interdependencias, que pudo observar entre los animales y los biotopos en los cuales vivian. Durante su profundo trabajo en el campo, también se dio cuenta de que solo aquellos que sabían mejor sobre las relaciones en la naturaleza, se daban cuenta de cuán limitado eran sus conocimientos. Su actitud prudente frente a intervenciones humanas en la naturaleza y su rechazo radical de la cosmovisión antropocéntrica que prevalece hoy se deriva de esta conclusión. Más tarde, se inspiró en el filósofo ruso Pjotr Uspenski (1878-1947), quien vio a la Tierra como una entidad y como un ser vivo, así como en el escritor y naturalista estadounidense Henry David Thoreau (1817-1862). Estos dos pensadores se consideran pioneros de la llamada ética holística o ecocéntrica. Esta asigna valores propios, llamados intrínsecos, a todos los seres vivos y a todos los biotopos naturales, sean cuales sean sus valores para los humanos, y exige una cierta protección para ellos y el respeto que se merecen. Léopold desarrolló su ética de la tierra en este sentido, en el que instó a sus contemporáneos a que ya no consideren las tierras como su propiedad para explotarla, sino como comunidades vivas, de las cuales ellos también forman parte, y que la usen con amor y respeto. Su libro “A Sand County Almanac” fue rechazado durante mucho tiempo por los editores y no apareció hasta un año después de su muerte. Luego fue celebrado por un público interesado y llevó el primer movimiento estadounidense para la protección del medio ambiente, que había comenzado en el siglo XIX, a una nueva cumbre después de varias décadas. Esto creó la base para el movimiento ecologico de la segunda mitad del siglo XX, que continúa hasta nuestros días, aunque su motivación original ha sido reemplazada desde entonces. En América del Norte, los primeros líderes del movimiento ecologico estaban sobre todo motivados por la experiencia intensa y casi espiritual de una naturaleza en gran parte intacta y por su observación atenta en aislamiento total.


La mayoría de ellos eran personalidades notables que, como silvicultores, naturalistas y cazadores, pasaron mucho tiempo en paisajes naturales en estado más o menos virgen de América del Norte. Al contrario, la mayoría de los paisajes europeos ya se explotaban en esos tiempos y habían perdido en gran medida sus aspectos primarios debido a la densidad de la población y los cultivos más o menos intensivos. Los impresionantes paisajes estadounidenses relativamente naturales y la libertad de pensamiento más amplia de las personas de diversas culturas que se cruzaron en América del Norte y se liberaron más o menos del corsé social de sus países de origen, podrían ser las razones, por las cuales la protección del medio ambiente comenzó allí.

La protección del medio ambiente como manifestación política

El segundo movimiento ecologico en América del Norte estuvo significativamente influenciado por los escritos de la autora y zoóloga estadounidense Rachel Carson. Ella trabajó durante mucho tiempo para el Departamento de Pesca de los Estados Unidos y publicó muchas de sus experiencias en la naturaleza en varios artículos y libros. Su ética ecocéntrica, cual evolucionó lentamente y fue influenciada por Leopold y otros pioneros del movimiento ecologico, se expresó en sus publicaciones. Cuatro de sus libros figuraban en la lista del New York Times de los más vendidos. Su mayor éxito fue su libro “Primavera silenciosa”, publicado en 1962, en el que describe efectos devastadores de los pesticidas en las aves. Este libro no solo alarmó a muchos amigos de los pájaros entre sus lectores, sino que también contribuyó significativamente al renacimiento del movimiento estadounidense ecologico y para la protección de la naturaleza. En ese momento, una parte de la población del noroeste de América ya había acumulado un profundo resentimiento frente a las consecuencias nocivas de la industrialización en áreas forestales relativamente inaccesibles, que se habían preservado de la destrucción durante mucho tiempo. La tala entera de estos bosques primarios, en gran parte intactos hasta entonces, que a menudo estuvo acompañada de deslizamientos de tierra e incendios, rompió la espalda del camello. Muchas personas se horrorizaron al ver que la industria maderera cada vez más sofisticada destruía enormes bosques para garantizar su rápido crecimiento y grandes ganancias al robar a muchas poblaciones indígenas e innumerables especies sus medios de subsistencia. En el noroeste americano, la gente ha visto un cambio particularmente rápido de los paisajes. En apenas una generación, impresionantes bosques con árboles gigantes de más de noventa metros de altura y varios cientos de toneladas han dado paso a áreas devastadas, sembradas de raíces y luego transformadas en estepas y parcelas de construcción con una biodiversidad extremamente empobrecida. Las nuevas tecnologías forestales para aserrar, rescatar y transportar madera, así como los ejércitos de leñadores atraídos por la perspectiva de dinero rápido, han destruido grandes áreas de bosques con sus poblaciones de varios animales de caza mediante el despeje radical de las tierras en gran escala. El impacto fue particularmente dramático para los pueblos indígenas, que siempre dependieron del bosque. En otras partes de América del Norte, la deforestación se ha extendido a generaciones de residentes, lo que les permitió adaptarse gradualmente a la transformación de los bosques en campos, pastos y parcelas de construcción.
Las primeras protestas ecologistas en el noroeste de América se intensificaron cuando ciudadanos indignados se manifestaron para defender los miembros de tribus afectadas por la destrucción de su entorno habitual. A ellos se unieron muchos partidarios del movimiento hippie emergente, así como pacifistas, que criticaban la guerra en Vietnam. Cuando otros estadounidenses y canadienses que se oponían a la guerra y a la energía nuclear aparecieron en la escena, debido a las pruebas nucleares planificadas por los Estados Unidos en la isla Amchitka en la costa de Alaska, las protestas cobraron gran impulso. El segundo movimiento estadounidense ecologico nació de esta fusión de manifestantes bastante heterogéneos. Los opositores a la energía nuclear rápidamente tomaron el rol dominante en este movimiento. Con la ayuda financiera del magnate petrolero texano y opositor a la energía nuclear, Robert Anderson, la asociación Amigos de la Tierra se creó en 1969 en San Francisco para luchar contra la proliferación de la energía nuclear. Luego esta asociación se desarrolló hasta convertirse en una red internacional que se ocupa entre tanto de muchos problemas ecologicos. Gracias a la financiación por los ingresos de un concierto benéfico de la cantante Joni Mitchell, un puñado de periodistas y opositores a la energía nuclear quitaron Canadá en dirección de Alaska en 1971 con un barco renombrado “Greenpeace” para testificar sobre controvertidas pruebas nucleares cerca de Amchitka. Un poco más tarde, se fundó la organización ecologista del mismo nombre. Aunque este pequeño grupo de activistas no pudo detener las siete explosiones nucleares planeadas en ese momento, lograron evitar nuevas pruebas gracias a una gran audiencia movilizada por los medios que simpatizaban con el movimiento antinuclear. Así es como Greenpeace comenzó su historia meteórica hasta lleguar a ser el líder de las asociaciones ecologistas privadas en el mundo entero gracias a su activismo muy bien publicitado.
A diferencia de los Estados Unidos, el movimiento ambiental europeo se desencadenó en primer lugar por la crisis energética de la década de 1960, la contaminación del aire, la lluvia ácida que afectaba a los bosques, la mortalidad masiva de peces por envenenamiento industrial y por otros desastres químicos.


También en Europa, varios autores ya habian advirtido a partir de la década de 1950 a sus audiencias sobre las crisis ambientales en sus obras y despertaron un gran interés entre los lectores críticos que empezaron a mobilizarse. Después del inicio de la revuelta iniciada por los estudiantes en 1968 y el florecimiento del movimiento hippie, cada vez más jóvenes y no tan jóvenes se unieron a ellos. Se han asociado con víctimas de degradaciónes ecológicas, con protectores del medio ambiente y de la naturaleza, con pacifistas y opositores de la energía nuclear para protestar en varios países europeos contra proyectos que tenian impactos negativos en el medio ambiente. La protección del medio ambiente fue considerada por muchos como la alternativa contemporánea al movimiento para la protección de la naturaleza, demasiado conservador para ellos. En 1970, la primera campaña ecologista a nivel europeo comenzó con innumerables eventos y manifestaciones en diferentes países. Desde entonces, este año declarado Año Europeo de la Conservación de la Naturaleza, se considera la fecha oficial de nacimiento del movimiento ecologico europeo.
Los primeros partidos ecologistas, conocidos como “verdes”, que aparecieron poco después, generalmente por separación de los partidos de izquierda que varios de sus miembros consideraron demasiado anquilosado, reconocieron la oportunidad histórica del momento y eligieron a la protección del medio ambiente como programa. Su origen político explica la atracción recíproca entre los partidos “verdes” y los de la izquierda, que persiste hasta hoy.

Voltereta de la protección del medio ambiente

El primer movimiento medioambiental estuvo fuertemente influenciado por la filosofía del romanticismo opuesta deliberadamente a lo racional y por la glorificación de la naturaleza. En América del Norte, los descendientes de los colonos blancos habían simpatizado y adoptado elementos de las religiones animistas de los nativos americanos. Las influencias de estas dos cosmovisiones holísticas inspiradas respectivamente en las emociones y la espiritualidad, habían dado forma a este movimiento que amaba el medio ambiente natural y puso reunír a personas de muchas clases sociales y grupos de edad. Ellos querían defender juntos los derechos de otros seres vivos, así como los ecosistemas naturales en peligro y asegurar su supervivencia sostenible. El segundo movimiento para la protección del medio ambiente apareció en la década de 1960, cuando comenzaron a surgir las primeras amenazas concretas para la humanidad. Las consecuencias negativas de la industrialización progresiva, como la contaminación del aire, del agua y del suelo, preocuparon a una parte de la población de los países ricos. A esto se sumaron los temores de quienes todavía estaban traumatizados por los efectos devastadores de las bombas nucleares lanzadas por los Estados Unidos sobre Japón y el temor al peligro invisible de la radiación atómica. Muchos ciudadanos de América del Norte y Europa estaban preocupados por las pruebas militares con bombas atómicas, así como por las centrales nucleares y las armas nucleares ubicadas en las proximidades de sus hogares o lugares de trabajo. El miedo de no poder sobrevivir en el futuro ha movilizado a muchisimos seguidores del segundo movimiento ecologico.


Otros lo siguieron preocupados por sus descendientes ante los riesgos del almacenamiento de desechos radiactivos. De hecho, este es un desafío sin resolver que abarca varios milenios y que toma como rehenes a innumerables generaciones. Los temores sobre la propia supervivencia y la de los descendientes se extendieron rápidamente en el segundo movimiento ecologico. Esto debilitó considerablemente la visión holística del mundo que lo inspiró al principio, pero que rápidamente fue reemplazada por una actitud egoísta, dirigida sobre todo a proteger a los partidarios del movimiento y sus entornos. Desde entonces, el movimiento ecologico ha abandonado gradualmente su ética rebelde inicial, conocida como holística o ecocentrista, para unirse al antropocentrismo selectivo, que domina el mundo y defiende principalmente los intereses egoístas de ciertas poblaciones privilegiadas. La búsqueda de una mayor influencia de los nuevos líderes verdes y su objetivo de obtener mayorías políticas a toda costa pueden haber sido las razones por las cuales adoptaron indiscriminadamente la muy arriesgada actitud técnico-utilitaria del antropocentrismo con respecto al medio ambiente. Esta actitud exige que las cosas, así como otros seres vivos, sirvan ante todo a ciertos grupos de personas, para ser atendidas y merecer su protección. En consecuencia, el objetivo principal de la protección moderna del medio ambiente es preservar sus funciones que parecen esenciales para humanos. Por lo tanto, se centra en el clima, el agua potable, los alimentos, los desechos, el transporte y la energía para la gente, y lógicamente está también interesada en sus hogares, su ropa y otros productos de consumo asi como en sus trabajos y ocios.
En la práctica, la gran mayoría de los recursos dedicados a proteger el medio ambiente alimentan proyectos destinados a conservar recursos importantes para los habitantes de los países industrializados y reducir los contaminantes allí. De acuerdo con su nueva orientación técnico-utilitaria, la protección del medio ambiente ya no trata de combatir las causas de las sobreexplotaciónes y destrucciónes causadas por humanos, sino que se centra en el control tecnológico de sus síntomas que amenazan a las poblaciones de los países ricos industrializados. Este enfoque antropocéntrico selectivo corre el riesgo de sacrificar innumerables seres vivos y biotopos naturales en el camino, a lo que los líderes de los países industrializados no otorgan ninguna ventaja particular para sus ciudadanos. En la práctica, este enfoque del movimiento ecologico descuida no solo a la mayoría de los animales y plantas y sus ecosistemas naturales en peligro, sino también a la mayoría de las personas en los países pobres y en desarrollo. Al ignorar el destino preocupante de todos ellos y al negarles la atención necesaria y las medidas de protección adecuadas, el movimiento ecologico acepta la sobreexplotación y los abusos que los amenazan.
Después de la sumisión del segundo movimiento ecologico a las reglas del antropocentrismo, la protección del medio ambiente se ocupó principalmente de establecer las condiciones técnicas y legales para la sociedad en crecimiento, a pesar de que no podía ser sostenible. Friedrich Engels, el ex profesor de Karl Marx, ya había anticipado este nuevo objetivo con mucha precisión, como lo muestra su siguiente oración: “En el futuro, la explotación de la naturaleza no debe detenerse, sino la intervención humana debe ser racionalizada para que los efectos más distantes sigan siendo controlables. De esta manera, la naturaleza debe ser conducida gradualmente hasta quitarle la posibilidad de vengarse del hombre por sus victorias sobre élla.” (F. Engels, en: Dialektik der Natur, citado por SCHMIDT 1962). Este objetivo fue oficialmente reanudado mucho despues en el documento político “Nuestro futuro común”, publicado en 1987 por la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo de las Naciones Unidas y llamado “Informe Brundtland” por referencia a su presidente noruega. Este insistió en el interés capital de la economía para los humanos y la necesidad de compatibilidad absoluta de la protección del medio ambiente con este. Unos años más tarde, el presidente de los Estados Unidos de América, Bill Clinton, reafirmó este principio en su muy publicitada presentación del “Nuevo orden económico mundial”. La orientación particularmente preocupante de estas dos directivas para el futuro es parte del eslogan de moda del “desarrollo sostenible”. A pesar de su contradicción inherente, que es evidente a la vista de los recursos limitados de la Tierra, este eslogan, así como el nuevo orden mundial basado en esta ilusión, fue recibido con benevolencia y entusiasmo por la gran mayoria de los países.

La instrumentalización del medio ambiente

El espiritu puramente técnico-utilitario de la protección actual del medio ambiente rinde homenaje a una ingenua creencia en el progreso infinito. Esta creencia permanece fijada en la antigua tradición de pensamiento que ha causado la mayor parte de las contaminaciónes y degradación del medio ambiente.
Este espiritu se basa ciegamente en el trabajo de científicos que tienen mucha confianza en sí mismos y se han comprometido a estudiar los secretos de la naturaleza buscando aspectos aislados que puedan cuantificarse en sus campos de competencia. Los perfiles de estos científicos altamente especializados contrastan notablemente con los de los naturalistas de antes, que estaban muy interesados en varios temas, así como en diversas disciplinas y consideraban a la naturaleza con respeto como la entidad que abarca toda la biosfera. Además, muchos científicos actúan actualmente en contravención de ciertos principios de la lógica, a pesar de que estos son frecuentemente proclamados en otros aspectos por las ciencias naturales. Aparte del hecho de que la lógica solo puede comprender aspectos del medio ambiente a los que tiene acceso, no puede explicar por qué solo los humanos tendrian valores intrínsecos y el derecho a existir con dignidad. Además, la lógica depende de suficiente información para funcionar correctamente. De lo contrario, se convierte en especulación, que es irresponsable e inaceptable cuando pueden ser afectadas innumerables vidas. En el contexto de la protección del medio ambiente, se carece claramente de la información necesaria sobre otros seres vivos, sus relaciones entre sí y con sus biotopos naturales. Si se siguiera la lógica con seriedad, cualquier intervención en el entorno natural deberia hacerse con la mayor precaución. Además, las “lógicas” utilizadas en nuestra sociedad materialista generalmente se basan en evaluaciones costo-beneficio muy oportunas y superficiales. Estas “lógicas” altamente variables se adaptan regularmente a los cambios cada vez más rápidos en los mercados, así como al estado actual de la información y a prioridades individuales. Como resultado, la “lógica” se ha convertido en un concepto demasiado elástico y muy difícil de definir. Además, la sumisión ciega de la protección del medio ambiente a las opiniones de los científicos, que en su mayor parte están limitados mentalmente a su área de competencia y a menudo expuestos a conflictos de intereses considerables, no respeta ni la lógica ni la conclusión más importante de la ecología. Esta ciencia competente afirma inequívocamente que no es imposible comprender todas las relaciones relevantes de la biosfera en su complejidad. Debido a que la investigación en ecología depende de la financiación, es tan vulnerable al abuso técnico y utilitario como la de otros sectores científicos. Es poco probable que los ecologistas, quienes no se sometan sin reserva al antropocentrismo del actual movimiento de protección ambiental, continúen en sus carreras profesionales. Debido a los principales intereses económicos, la ecología está cada vez menos involucrada en investigaciones fundamentales y estudios de campo para invertir cada vez más en la joven disciplina de la ecología cibernética que se centra en simulaciones de procesos naturales por computadora. Sin embargo, sus resultados están menos determinados por la realidad que por los parámetros elegidos para sus modelos extremadamente reducidos del medio ambiente y por sus respectivos pesos. Debido a su dependencia de subvenciones de investigación, la ecología se centra cada vez más en los registros metrológicos de los fenómenos mundiales en el espíritu de la creciente instrumentalización del medio ambiente. Por lo tanto, nuestro entorno natural extremadamente complejo y elusivo debido a su biodiversidad y sus múltiples funciones se reduce a un modelo muy simplificado como un objeto con solo unas pocas funciones elementales y sin los imprevistos de la vida.
De acuerdo con su objetivo, la protección actual del medio ambiente se centra principalmente en el clima y la protección del aire, del agua y del suelo, a fin de mantener los procesos reconocidos como esenciales para la humanidad. Por lo tanto, la protección actual del medio ambiente no tiene mucho que ver con la protección de los bosques para preservar su biodiversidad y sus diversos ecosistemas, sino se preocupa por el rol de los bosques para el clima, el equilibrio hidráulico y la calidad del aire y para la producción de madera y otros recursos naturales de los bosques. Aunque este enfoque limitado parece cumplir con las funciones más importantes de los bosques para los humanos, no se tienen en cuenta ni los valores intrínsecos de innumerables animales y plantas que viven en estos, ni sus derechos a la vida. Este ejemplo revela que la protección actual del medio ambiente podría, en el mejor de los casos, asegurar el futuro de una parte de los humanos, pero de ninguna manera su calidad de vida, ni la supervivencia de otras especies, y mucho menos una vida digna para sus varios representantes.


¿Pero, qué sería un bosque sin el aroma y el esplendor de varias flores, sin las acrobacias aéreas y los conciertos de varias aves, sin el celo impresionante y la diversidad anatómica de los insectos, por nombrar solo algunos de los muchos valores, que no son esenciales para la supervivencia de la humanidad?
Al igual que el aire, la mayoría de las aguas y parte del suelo cruzan más fronteras nacionales que muchos animales migratorios o el comercio con productos y especimenes de plantas y animales de especies amenazadas. Por esta razón, los enfoques internacionales son aún más importantes para la protección del medio ambiente que para la conservación de la naturaleza. Además, la protección del medio ambiente a menudo afecta intereses muy importantes de las empresas multinacionales. Por estas razones, las medidas ambientales generalmente se negocian al más alto nivel político. Desafortunadamente, el medio ambiente rara vez se ha beneficiado de la transferencia de asuntos relacionados a el hacia los centros del poder en las naciones y federaciones estatales. Una de las razones de la falta de respeto por el medio ambiente en estos centros de poder donde convergen grandes intereses económicos, es la costumbre de ponerse de acuerdo allí sobre los últimos denominadores comunes. Además, donde se toman decisiones muy relevantes, se ha establecido el cabildeo en nombre de compañías influyentes para frenar las ambiciones ambientales. La historia de la protección del medio ambiente ha demostrado que solo logra un verdadero éxito si no pone en peligro importantes intereses políticos y económicos.
Además, el enfoque actual de los líderes del movimiento de protección ambiental se basa en un viejo concepto económico que data del siglo XIX, que afirma poder curar el mundo de todos los males a través del crecimiento económico. Contrariamente al sentido común, esta economía separada de la realidad esta fundada en un optimismo ilimitado y descuida los recursos limitados de la Tierra, lo que inevitablemente impone un fin a su crecimiento. Otro problema importante es que esta economía no tiene en cuenta los costos ambientales y sociales de varios bienes y servicios. Aunque no se pueden evaluar con precisión, estos costos descuidados aumentan considerablemente las deudas públicas en el futuro y abrumarán a las generaciones futuras. Mientras la protección del medio ambiente se limite en gran medida al mantenimiento de las funciones ecológicas consideradas esenciales para la población de los países industrializados y a la conservación de sus recursos, se perderán para siempre más y más elementos del entorno natural. Por lo tanto, no solo el continuo empobrecimiento del medio ambiente, sino también los riesgos desconocidos que resultan de esta degradación son deliberadamente aceptados por el movimiento ecologico que fue fundado para salvaguardarlo mediante un compromiso altruista, pero luego desviado por intereses egoístas.

Comercialización del clima

Si bien los países más pobres y sus poblaciones tienen prioridades más inmediatas que proteger el medio ambiente debido a su continua lucha por la supervivencia, este último es de creciente interés en los países desarrollados. La preocupación por el clima, en particular por el de los países ricos del norte, se ha convertido en su principal prioridad. El interés por la protección del medio ambiente también está aumentando en las economías emergentes densamente pobladas a medida que avanza su industrialización y que sus consecuencias perjudiciales se hacen evidentes.
Las crecientes emisiones de gases de efecto invernadero son ampliamente reconocidas como problemáticas para la biosfera, incluidos los humanos. Esto a pesar de los profundos desacuerdos entre climatólogos eminentes, cuyas opiniones difieren sobre la cuestión central, si el dióxido de carbono (CO²) en primer lugar y otros gases de efecto invernadero de origen humano, o si las fluctuaciones periódicas en relación con las manchas solares son las principales responsables del calentamiento global actual.
Entre los diversos gases de efecto invernadero, el dióxido de carbono (CO²) atrae la mayor atención y causa mucha preocupación en los países ricos del norte. Además de las emisiones de fuentes naturales como volcanes activos y innumerables seres vivos, grandes cantidades de la industria, la agricultura, el tráfico, etc. entran en la atmósfera de la Tierra. Como primera reacción al calentamiento global, las emisiones significativas de ciertos gases de efecto invernadero generadas por las actividades humanas, incluidas las de CO², se observan con creciente atención desde hace decadas.
Más de un medio siglo atrás, una clara mayoría de los funcionarios del gobierno, ejecutivos corporativos y académicos seleccionados en los Estados Unidos se optaron en contra de restricciones obligatorias de emisiones humanas peligrosas para reducirlas, y en favor de medidas voluntarias, apoyadas por instrumentos de mercado. Como resultado, el concepto desarrollado durante la década de 1960 y basado en un sistema de comercio de emisiones contaminantes fue adoptado e implementado por primera vez a mediados de la década de 1990 en los Estados Unidos. Era el sistema de comercio de emisiones de dióxido de azufre (SO²), desarrollado como parte del programa nacional contra la lluvia ácida. Su concepto básico es el reconocimiento oficial de derechos limitados para contaminar la atmósfera, que se pueden comerciar libremente. Esto se hizo mediante documentos emitidos para contaminaciones legales específicas, que se emitieron para contaminantes cada vez más diferentes. Estos documentos, diseñados para los mercados, fueron hábilmente titulados “certificados de emisión” para minimizar su impacto en el clima y desviar la atención hacia su estado oficial para aumentar lo más posible su aceptación por los ciudadanos.


Luego, el nuevo convenio basico de las Naciones Unidas sobre el cambio limático (CMNUCC) fue elaborado bajo la influencia estadounidense. Poco después, este convenio publicó las primeras cuotas de contaminación atmosferica asignadas a diferentes Estados miembros para emisiones de gases de efecto invernadero significativos, así como las medidas destinadas a reducirlas con los horarios correspondientes. En 1997 se estableció un sistema internacional para el comercio de estas emisiones como « instrumento flexible » que podría ser utilizado por los Estados miembros. Desde entonces, las conferencias internacionales sobre el clima se han organizado periódicamente y están acompañadas por una amplia cobertura mediática. Estos siempre fueron marcados por un optimismo inapropiado por parte de la gran mayoría de los participantes oficiales. Este optimismo persiste a pesar de los numerosos objetivos intermedios incumplidos, los modelos climáticos impugnados por expertos de renombre y las varias promesas incumplidas. Estas conferencias producen más impactos negativos en el medio ambiente debido a la intensificación del tráfico aéreo y el desperdicio de recursos relacionados con ellas, en lugar de soluciones realistas a los problemas climáticos que empeoran continuamente. Esto no es sorprendente sabiendo que los objetivos y procedimientos de esta convención son impuestos por políticos de naciones poderosas que defienden intereses importantes de sus industrias involucradas, cuales en cambio los ayudan a mantenerse en el poder. Desafortunadamente, estos intereses se utilizan principalmente para asegurar posiciones claves y grandes ganancias para una pequeña minoría de personas privilegiadas, que no tienen en cuenta las necesidades de otras personas y seres vivos, o su entorno natural.
La comercialización del clima a través de derechos oficiales de contaminación presenta, además de su problema ético fundamental, varias debilidades que torpedean los objetivos proclamados de la protección del clima. Estos puntos débiles comienzan con la manera de entregar certificados de emisión de gases de efecto invernadero por parte de los estados miembros a sus industrias:
Por un lado, estos certificados de derechos de contaminación son distribuidos por los gobiernos a empresas industriales seleccionadas en su país. Es evidente que el peso y la influencia de estas empresas juegan un rol importante en la selección gubernamental de los beneficiarios entre los varios candidatos interesados en estos certificados. Los intereses comerciales son considerables, dado que la asignación de certificados de contaminación se puede hacer de forma gratuita, al menos hasta 2030, y que además la venta autorizada de certificados no utilizados promete enormes ganancias a las empresas que los habían recibido previamente. Las cuotas de gases contaminantes asignadas a las empresas seleccionadas a menudo se basan en sus propios informes de emisiones previos proporcionados por ellas. Como esta información de parte de estas empresas no es verificada por las autoridades competentes, el efecto alegado de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a través de una asignación de certificados de contaminación del aire sigue siendo muy cuestionable.
Por otro lado, los certificados de emisión de gases contaminantes se venden en subastas y se comercializan libremente. Las subastas favorecen a las empresas más rentables entre los candidatos interesados, lo que conduce a distorsiones del mercado a favor de jugadores poderosos y socava la competencia leal. Además, la inversión pertinente de los ingresos obtenidos de la subasta de derechos de contaminación por parte de los países responsables de las medidas compensatorias para la protección del clima está lejos de estar garantizada. A esto se agrega el atractivo particular de la subasta y el libre comercio de certificados de emisión para especuladores internacionales. Esto ha creado un mercado financiero secundario en auge, que a menudo tiene lugar a través de bolsas de valores y empeora la distribución desigual de las riquezas, además de aumentar el consumo de recursos y de energía que afectan el clima.
Muchos funcionarios responsables de la proteccion del clima esperan lograr en el futuro un intercambio global de derechos de contaminacion atmosferica mediante la fusión de más de 20 sistemas comerciales de este tipo, que ya existen en el mundo. Este proyecto genera temores de nuevos retrasos en el logro de los objetivos climáticos, que ya fueron succesivamente debilitados y pospuestos. La multiplicación de los certificados internacionales de emisión de gases de efecto invernadero que seguiría a dicha fusión podría dañar sus respectivas cualidades y bajar sus precios debido a la menor demanda generada por las nuevas ofertas de certificados. Este efecto negativo y los compromisos necesarios para vincular estos diferentes sistemas comerciales de contaminantes atmosféricos retrasarían aún más el logro de los objetivos. Por lo tanto, ya la conexión del mercado de certificados de emisiones de gases de efecto invernadero de las Naciones Unidas con el de su Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) ha inundado el mercado con certificados de reducción de la contaminaciónes atmosferica de miles de proyectos de MDL. Este mecanismo compensatorio permite a los estados miembros de las alianzas climáticas cumplir con una gran parte de sus obligaciones de reducción de gases de efecto invernadero a través de inversiones en proyectos MDL listados por países más o menos pobres. Dado que los países que reciben estas inversiones deciden por sí mismos, cuántos y qué proyectos nacionales figuran en el MDL, les interesa enumerar tantos como sea posible. Asimismo, los operadores de estos proyectos esencialmente industriales tienen interés en extraer tantos certificados de reducción de gases de efecto invernadero como sea posible y luego intercambiarlos en este mercado por inversiones de las naciones que más contaminan la atmósfera. Estos intereses económicos de los países en desarrollo corresponden idealmente a los de los países industrializados, que no desean reducir sus propias emisiones de gases de efecto invernadero, pero quieren evitar sanciones con la menor inversión posible. Asi, todos los actores industriales y políticos en este comercio de derechos de contaminación atmosferica son ganadores de esta construccion artificial. Los costos de esta construcción económica son a expensas del clima global, del medio ambiente, de los países más pobres, de las pequeñas y medianas empresas y de innumerables vidas de todo tipo. Muchos de los proyectos de MDL enumerados no brindan ningún beneficio para el clima, ya que ya fueron planificados antes, y asi legalizan emisiones adicionales de los países industriales a cambio de las inversiones que reciben. Además, a menudo van acompañados de la destrucción de importantes ecosistemas naturales y de contaminaciónes ambientales, que afectan especialmente a las personas y otros seres que viven allí. La gran mayoría de los proyectos MDL se ubican en las economías industrializadas emergentes de India, Brasil, México, Malasia y, especialmente, China, donde casi todas las nuevas centrales hidroeléctricas y eólicas están incluidas en este programa. Paradójicamente, el hecho de que los gases de tetrafluoruro de carbono y el hexafluoroetano, extremadamente dañinos para el clima, se liberen a la atmósfera durante la fabricación de motores para las turbinas de las centrales eólicas, no parece molestar a los funcionarios y autoproclamados protectores del clima.
La aplicación administrativa para proyectos bajo el programa MDL y su implementación costosa, así como el objetivo de obtener para ellos la mayor inversión posible a cambio de certificados de emisión, favorecen grandes proyectos industriales y no dan posibilidades para proyectos sostenibles a pequeña escala que beneficien a poblaciones desfavorecidas. La falta de recursos en los países pobres para la transferencia de tecnología, que a menudo es crucial para establecer proyectos MDL, dificulta su participación en este instrumento económico altamente aclamado. Esto discrimina a los países pobres en lugar de promover su desarrollo, como se afirma explícitamente.
En resumen, las medidas tomadas a nivel internacional en nombre de la protección del clima sirven sobre todo a los intereses económicos y políticos enredados de una minoría privilegiada, en lugar de promover una sociedad compatible con el clima y apoyar el desarrollo sostenible de los países pobres. Con pleno conocimiento de los hechos, los actores internacionales han podido presentar estas medidas ineficaces y muchas veces contraproducentes al público como éxitos en la protección del clima. Esto solo fue posible gracias a la instrumentalización sostenida de numerosos medios de comunicación y de ecologistas menos críticos asi como a la movilización orquestada de jóvenes bien intencionados, pero ingenuos.



¡Manipulación masiva en nombre del clima!

Con la creciente demanda de alimentos orgánicos en los países industrializados, surgieron muchas oportunidades económicas vinculadas a la protección del medio ambiente. Después de alimentos orgánicos se demandaron todos los demás productos ecológicos que prometen beneficios para la salud, como artículos de aseo, cosméticos, detergentes, vestdos, ropa de cama y muebles, todos con la menor cantidad posible de aditivos químicos. Poco después, apareció la demanda de varios accesorios, dispositivos y otras categorías de productos, así como de servicios más amigables con el medio ambiente. Mientras tanto, incluso los artículos de lujo totalmente redundantes se comercializan con la ayuda de argumentos ambientales más bien frágiles. Las prendas de vestir, bolsos, teléfonos móviles, bicicletas hechas en parte con materiales renovables y otros productos cuya producción se supone que respeta el medio ambiente y que se exhiben con frecuencia, se utilizan cada vez más para demostrar públicamente un respeto personal del medio ambiente. Los vehículos eléctricos de alta gama, que se supone respetan el medio ambiente, se han convertido en nuevos símbolos del éxito social. Este último ejemplo muestra cómo proteger el medio ambiente se está convirtiendo en un instrumento de marketing muy efectivo en uno de los sectores más rentables de la economía, apuntando a consumidores ricos en los países industrializados como el público objetivo más importante.
Los autos eléctricos relativamente caros son presentados en todos los medios como contribuciones esenciales para la protección del medio ambiente. Esto se hace sin cuestionar en si misma la movilidad individual exagerada por medio de automóviles privados, que siguen aumentando, incluso en regiones donde ya existen buenos transportes públicos. Al mismo tiempo, generalmente se pasan por alto varios aspectos problemáticos relacionados con los automóviles eléctricos. Estos comienzan con la explotación de personas y recursos naturales en países pobres, con el fin de obtener las materias primas necesarias para la producción de baterías para los automóviles eléctricos. Los problemas continúan con las emisiones de contaminantes descuidadas negligentemente y las degradaciones del medio ambiente durante la extracción y el transporte prolongado de las materias primas esenciales para estas baterias. Su producción lleva a un triste balance con respeto a los contaminantes del medio ambiente. Mientras la energía solar y otras fuentes de energía ecologicamente compatibles, como el hidrógeno, desempeñen un rol marginal en el suministro para el transporte individual, también está la cuestión de dónde proviene la energía que impulsa los coches eléctricos. Especialmente porque las centrales nucleares y térmicas plantean riesgos para la salud de varios seres vivos, humanos incluidos y para el medio ambiente. Las plantas hidroeléctricas también generan serios problemas ambientales cuando su construcción causa destrucciónes a gran escala en áreas naturales y cuando su operación cambia fundamentalmente los ecosistemas acuáticos directamente conectados a ellas. Incluso las turbinas eólicas, que desde hace años benefician de una popularidad creciente, tienen serios inconvenientes para su entorno natural y el medio ambiente. Además de afectar el atractivo de muchos paisajes y tener considerables consecuencias ambientales relacionadas con la construcción de la infraestructura necesaria, tienen un impacto más o menos negativo dependiendo de su ubicación. Sus palas del rotor en función pueden matar muchas aves y murciélagos de varias especies, la mayoria de los cuales pertenecen a especies en peligro de extinción. Además, las consecuencias para la salud, la naturaleza y el clima del uso del neodimio, necesario para la producción de turbinas eólicas, permanecen en gran medida desatendidas y completamente subestimadas hasta ahora. Este elemento generalmente se extrae de una tierra metálica rara en China a costa de una destrucción significativa en la naturaleza de alli, y de una polución importante del entorno al liberar uranio y torio radioactivos en la superficie. Además, su tratamiento posterior provoca emisiones sustanciales de gases de efecto invernadero que son muy perjudiciales para el medio ambiente.


Además, las personas en los países industrializados consumen la mayor parte de la energía eléctrica del mundo a expensas de otros humanos y seres vivos. Los autos eléctricos están minando cada vez más los esfuerzos para reducir el consumo de energía eléctrica. Esto a pesar del hecho de que tal reducción es esencial para una sociedad sostenible hasta la producción totalmente sostenible de esta forma de energía. A esto se agrega la cuestión problemática y no resuelta del tratamiento ambientalmente aceptable de las baterías viejas y potencialmente peligrosas de los automóviles eléctricos. Todos estos hechos llevan a la triste conclusión de que el tráfico eléctrico libre de emisiones en los países industrializados se promueve principalmente a expensas de los países de origen de las materias primas y causa diversos daños sociales, económicos y ecológicos. Además, afecta el clima en lugar de protegerlo, lo que causa problemas a muchos seres vivos en todo el mundo. Sin embargo, los fabricantes de automóviles eléctricos y sus colaboradores en los medios y la publicidad lograron iniciar rápidamente este mercado tan rentable al alimentar artificialmente la demanda. El medio de elección para sus campañas de marketing fue la demonización del combustible diesel para los automóviles de pasajeros. Esta demonización fue orquestada en el interés de la industria con el fuerte apoyo de los políticos y los medios de comunicación, e iniciado por la prohibición selectiva de los automóviles diesel en varias ciudades alemanas. Ser propietario de un automóvil diesel comparativamente más caro, era garantía suficiente para la liquidez y la solvencia financiera necesarias de los primeros clientes seleccionados como compradores principales de automóviles eléctricos. Además, la popularidad de los automóviles privados que funcionan con diesel, prometió grandes cifras de venta gracias a su reemplazo por vehículos eléctricos, presentados como una alternativa de moda en muchos países. Esta ingeniosa estrategia de marketing para la promoción de automóviles eléctricos se revela si comparamos la baja proporción de contaminantes emitidos por automóviles diesel privados con la de todos los demás motores diesel en camiones, maquinaria agrícola e industrial, así como en barcos. ¡Otra conclusión igualmente reveladora e inquietante es que los propietarios privados de automóviles diesel son castigados, mientras que los principales emisores de contaminantes relacionados con el diesel están respaldados en muchos países por precios de compra muy reducidos de este combustible! Esta práctica de subsidiar a grandes consumidores de diesel se ha aplicado durante décadas, a pesar de que esta reducción de precios aumenta artificialmente la demanda. Además, disminuye la motivación de los grandes consumidores de diesel para tomar medidas para ahorrar esta fuente de energía de acuerdo con los objetivos de protección ambiental, como la transferencia del tráfico de mercancías de la carretera al ferrocarril, que es exijida desde hace mucho tiempo por todos los expertos. Además, debe tenerse en cuenta que los automóviles diésel consumen menos combustible que los automóviles de gasolina y que sus emisiones de dióxido de carbono (CO2) son más bajas que las de los automóviles de gasolina por este motivo. Sobre todo porque los óxidos de nitrógeno producidos, entre otros, por los automóviles que funcionan con diésel y que han servido como argumento útil para su demonización se pueden reducir fácilmente con catalizadores. Teniendo en cuenta todo esto y el hecho de que los automóviles diésel funcionan mucho más tiempo que los de gasolina, sus desventajas para el medio ambiente pretendias por los medios al compararlos con estos últimos, pueden revertirse fácilmente. La hipocresia obvia de la campaña que propaga la electromovilidad de los vehículos al prohibir los automóviles diesel muy apreciados, también se hace evidente al saber que la fuerte caída resultante de los precios de estos automóviles usados conduce a sus exportaciones esencialmente transcontinentales hacia países pobres. Las emisiones nocivas para el clima durante la exportación y el uso posterior de estos automóviles diesel durante décadas no parecen preocupar a nadie, ni su incompatibilidad con la política ambiental oficialmente proclamada por países ricos del Norte. A pesar de todas estas debilidades y de los efectos contraproducentes de la electromovilidad, las ventas de automóviles eléctricos se disparan, mientras que las de automóviles diesel se desploman.
Además de aumentar las ventas de vehículos eléctricos, la demonización continua del diésel para automóviles prepara al mismo tiempo el terreno para el próximo gran mercado industrial, que parece particularmente prometedor en nombre de la protección del medio ambiente. Este se hará cargo en el futuro de vender las grandes cantidades de diesel que se acumulan continuamente durante la producción de gasolina, un combustible que es tolerado por la política ambiental actual hasta nuevo aviso. Como resultado, la motivación de la industria petrolera para crear a tiempo nuevos y lucrativos mercados de ventas en los países industrializados para los crecientes excedentes de diesel retirados del tráfico de automóviles es aún más fuerte. Sistemas de calefacción alimentados por diesel y provistos de catalizadores de vanguardia pueden ofrecer una tal oportunidad de mercado prometedora para muchos sectores de la economía. Tales sistemas podrian reemplazar en un futuro cercano los calentadores de petróleo y de leña en decenas de millones de hogares en nombre de la protección del medio ambiente.
Otro ejemplo de manipulación comercial inadecuada del creciente interés público en la protección del medio ambiente se refiere a los biocombustibles, cuyo uso cada vez mayor en los vehículos de motor se está alentando a frenar el calentamiento global. Los argumentos clave de esta ofensiva comercial son el carácter sostenible de las energías renovables utilizadas y la neutralidad de CO2 de los biocombustibles, debidos a su origen puramente vegetal. Esto garantiza que la combustión de biocombustibles en los motores no emite más cantidades de CO² a la atmósfera que las que las plantas que utilizaban como materia prima habían extraído del aire hasta su cosecha. Los biocombustibles se pueden producir con diversos materiales vegetales, como residuos de cultivos, aceites vegetales y más que todo con plantas especialmente cultivadas como fuentes de energía. Por supuestas razones ambientales, los biocombustibles reemplazarán cada vez más a los combustibles derivados del petróleo, que tienen suministros limitados. Para acelerar la sustitución de la gasolina y el diésel, los biocombustibles suelen tener menos impuestos y el cultivo de plantas energéticas para la producción de biocombustibles está subvencionado, como es el caso de la Unión Europea. Dado que la mayoría de los residuos de cultivos permanecen en suelos agrícolas por buenas razones, no pueden cubrir las necesidades de producción de biocombustibles como materias primas. Por lo tanto, el principal problema con los biocombustibles es la creciente demanda de tierras para cultivos energéticos especializados. Estas tierras dejan de ser disponibles para cultivos agrícolas existentes o se obtienen a través de la tala de bosques y otras destrucciónes en la naturaleza. ¡La substitución de la gasolina y el diesel con biocombustibles para los automóviles en Europa requeriría cultivos energéticos, cuya superficie total sería varias veces mayor que la de todas las tierras agrícolas europeas! Como esto es imposible de lograr en el viejo continente, el problema de la necesidad de tierras para la producción de “combustibles verdes” para las naciones industrializadas ricas se exporta descaradamente a países pobres. Esto también reduce en gran medida los costos laborales debido a los salarios de hambre pagados allí y al mismo tiempo aumenta la eficiencia de la producción. De hecho, las palmas de aceite producen cuatro veces más biodiesel por hectárea que la colza, el cultivo energético favorecido en los países del norte. Como resultado, gran parte de los últimos bosques naturales que quedan en Indonesia, Malasia y otros países serán sacrificados en nombre de la protección del medio ambiente para el cultivo invasivo de palmas de aceite con fines energéticos. Durante este proceso, árboles gigantes son talados y quemados, algunos de los cuales han almacenado dióxido de carbono natural durante siglos, que se libera de repente en la atmósfera durante su combustión, lo que aumenta en gran medida el impacto de emisiones de CO2 en el clima.


Cuando los madereros destruyen bosques tropicales pantanosos y sus suelos de turba se drenan para el cultivo de plantaciones energéticas, la oxidación de la turba también genera grandes cantidades de emisiones adicionales de CO2. Todo esto tiene importantes efectos contraproducentes sobre los objetivos climáticos establecidos a nivel internacional. Aún más preocupante es la destrucción de muchos de los ecosistemas naturales más ricos del mundo en biodiversidad para plantar cultivos energéticos en el sudeste asiático. Todas estas son consecuencias de la implementación económica de los objetivos técnicos de la supuesta protección del medio ambiente impuesta por los países industrializados. También son responsables de la miseria en gran medida descuidada, aunque catastrófica, de las poblaciones que dependían totalmente de su entorno natural, que se destruye y se explota sistemáticamente para el cultivo de plantas energéticas en nombre de la protección del clima.

¡La protección del medio ambiente requiere un renacimiento!

El problema crucial de la protección actual del medio ambiente se debe a su doctrina antropocéntrica, que consiste en aceptar todas las interferencias en él, si dan esperanza de ventajas para ciertas personas. Esta actitud cargada de consecuencias perjudiciales ya está contenida en el término presuntuoso de “medio ambiente”, que sugiere una separación artificial de la humanidad del resto de la naturaleza y, por lo tanto, niega su inseparable pertenencia a esta. Esta negación de la naturaleza humana disminuye su respeto por otros seres vivos y por lo tanto pone en peligro sus propios medios de subsistencia a largo plazo. El término “ambiente” también demostra el posicionamiento egocéntrico del hombre en el universo y indica su pretensión de dominar el mundo con todos los seres vivos y todas las cosas inanimadas. Esta dominación mundial reclamada sin fundamento válido desde la llegada de las religiones monoteístas fue respaldada despues por la filosofia, la política y las ciencias para sus propios beneficio. Al adoptar voluntariamente este enfoque, la protección del medio ambiente legitima la negación de todos los valores y derechos intrínsecos a una existencia adecuada de todos los elementos no humanos del medio ambiente. Como resultado, se reduce a la protección de los valores de utilidad de los elementos naturales, que parecen ser esenciales para la supervivencia de humanos. Sin embargo, los elementos y las funciones del medio ambiente reconocidos como esenciales para estos, a su vez, dependen de otros componentes y procesos naturales, etc. Para proteger todos los elementos y las funciones naturales obviamente necesarios para la supervivencia humana, la protección del medio ambiente lógicamente también deberia asegurar todos los factores que aseguran estos de manera directa o indirecta. Dependiendo del desarrollo de los conocimientos en ecológia, cada vez más especies y ecosistemas deberían beneficiarse de las medidas de protección ambiental. Hasta la fecha, solo una fracción de los elementos ecológicos esenciales se han estudiado, debido a los intereses a corto plazo y a menudo enfocados de manera egoista de los financiadores públicos y privados de la investigación científica. Por lo tanto, la ecología admite sus enormes lagunas del saber con respeto a las multiples interdependencias entre especies, entre éstas y sus hábitats naturales, así como a la biodiversidad. Además, el intelecto humano y los sentidos fisiológicos no pueden capturar todos estos procesos naturales en su complejidad inmanejable. Considerando todo esto, la estrategia de reducción persistente en la protección del medio ambiente para salvaguardar algunas funciones vitales para los seres humanos, se revela como un enfoque superficial y erróneo. Dada la observación de estos hechos ecológicos y fisiológicos, el examen en profundidad del antropocentrismo desenmascara este y la protección del medio ambiente que lo sigue a ciegas, como ilusiones peligrosas para la humanidad y la biodiversidad planetaria. La protección del medio ambiente ha abandonado su perspectiva holística del mundo que al principio la caracterizó. Desde entonces, se niega a reconocer los valores intrínsecos y los derechos a la existencia de todos los elementos naturales del medio ambiente y solo se preocupa por preservar aquellos que parecen útiles para el hombre. Al actuar de esa manera, la protección actual del medio ambiente desperdicia su oportunidad de salvarlo asi como el futuro de la humanidad en la Tierra y se reduce a lo absurdo. Paradójicamente, la confianza ilimitada en las soluciones técnicas que caracteriza la protección del medio ambiente hoy en día, incluso empuja a ciertos ecologistas comprometidos a una grave negligencia, que también es la causa de la mayoría de los problemas, contra los cuales se movilizan.
En definitiva, se trata de lograr una sociedad compatible con la biosfera y ofrecer perspectivas realistas de un futuro que valga la pena vivir para todos. Este objetivo solo puede lograrse mediante la renovación ética de la protección del medio ambiente, que concedería valores y derechos intrínsecos a todos sus elementos naturales. Ni las ciencias, ni las religiones actuales quieren o pueden concebir tal renovación ética que coincida con los conocimientos actuales. Para esto, seria esencial renunciar a la protección actual del medio ambiente con su ciega confianza en el progreso y la modernidad, así como a la convicción de la omnipotencia de la inteligencia humana, a favor de la empatía y la benevolencia hacia la naturaleza. Solo una verdadera solidaridad con el entorno natural global puede garantizar la precaución y las restricciónes necesarias para proteger la biosfera y los medios de subsistencia de la humanidad de las destrucciónes iniciadas por individuos codiciosos y irrespetuosos.